Por primera vez en muchos años, Estados Unidos
tendrá un gobernante que disponga de mayoría en las dos cámaras
legislativas del Congreso y también en la Corte Suprema
Barack Obama enfrentó sus últimos dos años de mandato en las
condiciones de mayor debilidad institucional que puede tener un
presidente. Tras la derrota demócrata en las elecciones
legislativas de 2014, debió gobernar con el Senado y la Cámara de
Representantes en contra, ya que ambas quedaron bajo control republicano. Esto le impidió avanzar con muchas iniciativas, como la reforma migratoria.
Pero no sólo eso. Si bien los jueces de la Corte Suprema son
apartidarios, suele ser muy marcada su afiliación a una corriente de
pensamiento: son liberales o son conservadores. Como el bipartidismo
estadounidense también se asienta sobre esa división (los demócratas son
liberales y los republicanos son conservadores), para el
presidente es muy importante la composición del máximo tribunal. Obama
convivió muchos años con una corte que tenía una mayoría de 5 a 4 en
favor de los conservadores.
La muerte en febrero de este año del juez Antonin Scalia, encumbrado
representante del ala tradicionalista, le dio una oportunidad para
promover a un magistrado afín. Sin embargo, la mayoría republicana en el Senado, que debe dar acuerdo para nombrar a los jueces del tribunal, bloqueó todos sus intentos. Su argumento: que era un mandatario saliente y que había que cederle la decisión a su sucesor.
Contra todos los pronósticos, el sucesor será Donald J. Trump. El
presidente electo contará con un poder que Obama estuvo lejos de tener
en los ocho años de su gestión.
Para empezar, contará con mayoría propia en ambas cámaras del Congreso,
ya que el Partido Republicano ganó en las dos elecciones. En la baja
tendrá a 240 de los 435 representantes, 47 más que el Partido Demócrata.
En el Senado, el nuevo oficialismo tendrá a 51 de los 100 senadores,
tres más que sus históricos rivales.
Esto le dejará el camino libre para designar al noveno juez de la Corte, el que reemplace a Scalia. No hay dudas de que así consolidará una mayoría conservadora. Durante
la campaña, Trump publicó una lista de 21 nombres entre los cuales
debería estar el elegido. La mayoría son blancos y tradicionalistas, y
sólo cuatro son mujeres. Algunos criticaron abiertamente el matrimonio
homosexual, autorizado en 2015 por el tribunal.
Pero eso no es todo. Dada
la edad avanzada de algunos de los actuales jueces, es posible que el
nuevo presidente tenga ocasión de reemplazar durante su mandato a
algunos de ellos. La decana es la liberal Ruth Bader Ginsburg,
de 83 años, seguida por el conservador moderado Anthony Kennedy, de 80
años, y el liberal Stephen Breyer, de 78.
Entonces, no hay dudas de que Trump contará con un poder institucional muy superior al de los últimos presidentes. Si además se considera que ganó por su cuenta, con la oposición de gran parte del establishment político y económico, todo indica que tendrá la autonomía de alguien que no le debe favores a nadie.
En consecuencia, podrá elegir sus iniciativas con bastante libertad y
tendrá todo a su favor para aprobarlas e implementarlas. El interrogante
que se irá develando con el tiempo es qué decidirá hacer Trump con
semejante poder.
Infobaez