30.4.17

Por qué durante siglos en Europa hubo juicios contra cerdos y ratas


En 1522, en la población de Autun en Francia, los aldeanos acudieron a la corte eclesiástica en busca de justicia: las ratas se habían comido sus cultivos de cebada.
Tras investigar el crimen, el tribunal citó a las ratas a presentarse al juicio.
Un funcionario fue enviado al área en la que se creía vivían los roedores delincuentes y les leyó en voz alta la solemne declaración.
La corte nombró a un joven abogado llamado Bartolomée Chassenée como defensor de las ratas.
Cuando las acusadas no se presentaron al juicio, Chassenée argumentó que la notificación de actos procesales no había sido apropiada pues el caso "ponía en juego la salvación o ruina de todas las ratas", de manera que todas -no sólo las de la aldea- debían ser notificadas.
A pesar de que los sacerdotes de todas las parroquias de la diócesis de Autun citaron a todas las ratas, ninguna se presentó en la corte en la siguiente fecha.
Chassenée argumentó que, como estaban dispersas por el campo, necesitaban más tiempo para hacer el viaje al tribunal, así que le concedieron otro retraso.
Cuando llegó el día, el abogado explicó el motivo de la ausencia de los roedores, reclamándole a la corte toda la protección de la ley a sus clientes en su camino al tribunal pues, aunque querían presentarse, temían ser atacadas por gatos hostiles y no se podía esperar que pusieran en riesgo sus vidas para cumplir con la cita.

Cuando eso no funcionó, Chassenée apeló al sentido humanitario de la corte: no era justo castigar a todas las ratas por los crímenes de unas pocas.
"¿Qué puede ser más injusto que estas proscripciones generales que destruyen indiscriminadamente a aquellos a quienes los tiernos años o la enfermedad les hace incapaces de ofender?
El vicario, quizás conmovido por las palabras de Chassenée o de pronto simplemente agotado por sus objeciones, aplazó el procedimiento indefinidamente.
Suena absurdo pero ese juicio efectivamente tuvo lugar, así como muchos similares entre los siglos IX y XIX.
Desde los topos que fueron excomulgados en el Valle de Aosta, Italia, en el año 824, hasta el perro que fue sentenciado a muerte en Suiza en 1906, no todos los animales tuvieron la suerte de las ratas cuando enfrentaron la justicia.
Estos dos casos son el primer y el último registrados por el lingüista estadounidense Edward Payson Evans (1831-1917) quien encontró documentos de más de 200 juicios contra animales en casi todos los países de Europa continental, así como casos aislados en Reino Unido, Brasil, Canadá y Estados Unidos.

Se calcula que hubo muchos más, de los que no quedó evidencia física, pues la práctica era común. Y se extendió hasta después de que Evans terminara de escribir su libro.
La mayoría de los acusados eran cerdos, pues los dejaban correr libremente por las calles de las aldeas medievales por lo que a menudo se metían en problemas especialmente con niños pequeños.
Pero también hay expedientes de procesos en cortes eclesiásticas y laicas contra asnos, toros,gallos...

¡Todo un milenio!

Mientras los intelectuales debatían si era apropiado considerar a los animales responsables de sus crímenes y críticos como Tomás Aquino argumentaban en su contra, hay evidencia histórica de que las comunidades se tomaban estos juicios en serio.
Tanto, que se practicaron durante al menos 1.000 años.
De hecho, los litigios costaban mucho dinero: había que contratar abogados defensores para el animal; mientras el acusado estaba detenido tenía que se alimentado y si era condenado a muerte, la comunidad le pagaba al verdugo de su bolsillo.
Por ello, estudiosos de varias disciplinas no desestiman los procesos como un pie de página divertido de la historia o una costumbre irracional del pasado.

BBC