SANTO DOMINGO.
En 2008, Brian Cashman y
Mark Newman, gerente e instructor de los Yanquis de Nueva York, vieron
en Gian Carlos Arias, con 16 años, herramientas que ni Robinson Canó
tenía a esa edad, y le entregaron un bono de US$950 mil, más otros US$50
mil para fines educativos, la mayor apuesta del emblemático equipo por
talento internacional ese año.
Hoy, con 22 años, Arias está fuera de
béisbol, vive en el mismo sector de Pantoja donde creció con sus padres,
y la mayor parte del dinero que recibió ya no está. Este torpedero, con
más condiciones que José Reyes y Rafael Furcal, a la hora de la firmar
quiere que los demás prospectos conozcan su historia, para que no "se
desenfoquen" como él.
Una vez el dinero llegó a su cuenta
bancaria, pagó los compromisos de entrenadores y su liga, le hizo la
casa a su madre, a una hermana, a una tía, y dio el dinero para que un
hermano comprase una. Inmediatamente llegó la adquisición de una yipeta,
la puerta para entrar al camino que le provocó su gran tropiezo.
El deseo de entrenar en un estadio se
trasladó a estar en discotecas, colmadones, o cualquier otro lugar en el
que pudiera disfrutar su bonanza económica con bebidas alcohólicas,
mujeres y amigos; la satisfacción que producen las hazañas en el terreno
fue cambiada por la impresión que dejaba entre los curiosos cada vez
que pasaba por las calles de su sector con su "Transformer" a alto
volumen, y ese cambio de orientación de inmediato comenzó a arrojar
resultados oscuros.
"Desde que llegaba al play, me quería
ir para mi casa, porque quería andar en mi vehículo", confesó Arias,
formado entre los ocho y 14 años por Raimundo Caminero, y terminado por
Ruddy Tejada.
Este bateador ambidextro y dueño de un
guante de seda a la hora de fichar, nunca bateó sobre los .264 en tres
temporadas en la Liga de Verano Dominicana (2009-2011), apenas pegó seis
jonrones en 759 apariciones en el plato, y el equipo lo probó en siete
posiciones, salvo el jardín central y derecho. Su rendimiento nunca
convenció a los directivos para autorizar su ascenso de categoría, y por
eso nunca viajó.
"Yo le diría a cualquier prospecto que
firme que no se aloque, que no se enfoquen en pensar en vehículos, en
estar en la calle como yo estuve un tiempo, que solamente era pa'rriba y
pa'bajo, que se enfoquen en realidad en su play, porque en realidad la
primera firma del bono eso no es lo que vale", dijo Arias a DL, rodeado
de jóvenes jugadores que prestan gran atención a sus palabras en una
forma de verse en ese espejo.
La falta de trabajo físico le pasó
factura con el peso. Con 5'11 de estatura pesaba 190 libras a la hora de
firmar, los Yanquis exigían un máximo de 205, meta que no pudo cumplir.
Frustrado, en 2012 protagonizó un incidente con un compañero que
asegura le pegó un borrador en una clase, y el equipo decidió expulsarlo
de la academia que tiene en Boca Chica hasta la fecha.
"Para un pelotero novato, un vehículo
desenfoca mucho. Yo mismo tenía una Mitsubishi que todo el mundo la
miraba, y decía 'wao, ¿qué es esto, es un Transformer?', al yo estar con
ese vehículo p' arriba y p'abajo, que mujeres, que estos, 'miren a Jean
Carlos ahí donde va, me desenfocaba tanto, yo me olvidaba del play",
dice Arias con resignación.
Hoy, sin vehículo, sus esperanzas están
puestas en la inversión del último dinero que le quedaba en un edificio
de cuatro apartamentos a punto de terminar y en hacer el peso de 205
libras que los Yanquis le han exigido para recibirlo nueva vez en la
academia. Terminó el bachillerato, pero por el momento no vislumbra
asistir a la universidad.
+ "Me tronché yo mismo fue con el peso.
Me descuidaba, al ser un muchacho joven no quería trabajar. Me sentía
que estaba bien, y estaba en un error. En mi etapa de los 16 a los 19
años lo mío fue cherchar solamente, no estuve enfocado en lo que era mi
carrera. Era andar en la calle, discotecas, no venir al play, me faltó
un poquito más de enfoque", lamenta el jugador formado en el mismo play
en el que Anderson Hernández y Joaquín Arias.
Los Yanquis tienen perdida la inversión
que hicieron en este jugador por más de cuatro años, tanto en el bono
como en su preparación.
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