14.12.17

Cómo lograr que el “no hacer nada” te ayude a ser más productivo en tu trabajo


Cuando me mudé a Roma desde Washington DC, un paisaje me impresionó más que cualquier columna antigua o gran basílica: el de la gente sin hacer nada.
A menudo podía ver a mujeres ancianas apoyadas sobre sus ventanas, mirando a la gente pasar, o a familias en sus paseos nocturnos, deteniéndose cada tanto para saludar a sus amigos. Hasta la vida de oficina resultó ser diferente.
Olviden los sándwich apurados en el escritorio. En la hora del almuerzo, los restaurantes se llenaban de profesionales que se sentaban a comer apropiadamente.
Por supuesto, desde que los jóvenes del Grand Tour (un itinerario que europeos de clase media y acomodada solían realizar) empezaron a escribir sus observaciones en el siglo XVII, quienes vienen de afuera han estereotipado la idea de la "indolencia" italiana.
Y no es enteramente así. Los mismos amigos que iban a casa en sus motocicletas para un almuerzo distendido a menudo volvían a la oficina para trabajar hasta las ocho de la noche.
Aun así, la aparente creencia de balancear el trabajo duro con il dolce far niente, la dulzura de no hacer nada, siempre me llamó la atención. Después de todo, no hacer nada parece ser lo opuesto a ser productivo. Y la productividad, ya sea creativa, intelectual o industrial, es el uso máximo de nuestro tiempo.
Pero mientras llenamos nuestros días con "hacer" más y más, muchos de nosotros descubrimos que la actividad sin parar no es la apoteosis de la productividad. Es su adversaria.
Los investigadores están estudiando que no solo significa que el trabajo que producimos al final de una jornada de 14 horas es de peor calidad que cuando estamos frescos. Este patrón de trabajo también perjudica nuestra creatividad y cognición.
Con el tiempo, puede hacernos sentir físicamente enfermos, e incluso, irónicamente, como si no tuviésemos un propósito.
"Piensa en el trabajo mental como hacer flexiones", dice Josh Davis, investigador y autor del libro "Two Awesome Hours" ("Dos horas geniales"). Digamos que quieres hacer 10.000. La manera más "eficiente" sería hacerlas todas sin pausas.
Pero sabemos, sin embargo, que eso es imposible. En cambio, si hiciéramos solo una tanda en un momento, entre otras actividades y las fuésemos distribuyendo en las semanas, alcanzar la meta sería mucho más factible.
"El cerebro es muy parecido a un músculo en este sentido", escribe Davis. "Establecer las condiciones inadecuadas a través del trabajo constante nos hace lograr poco. Si establecemos las condiciones apropiadas, hay poco que no podamos hacer".

Hacer o morir

Muchos tendemos a pensar, sin embargo, que nuestros cerebros no son músculos, sino un computador: una máquina capaz de llevar a cabo trabajo constante. No solo es falso, sino que presionarnos a trabajar durante horas sin descanso puede ser perjudicial, dicen algunos expertos.
"La idea de que puedes estirar indefinidamente los tiempos de concentración y productividad a esos límites arbitrarios está muy mal. Es contraproducente", dice el científico Andrew Smart, autor de "Autopilot" ("Piloto automático").Un metanálisis encontró que trabajar durante muchas horas aumentaba el riesgo de sufrir enfermedades coronarias en un 40%, casi tanto como fumar cigarrillos (50%).
Otro estudio encontró que las personas que trabajaban largas jornadas tenían un riesgo significativamente mayor de sufrir un infarto, mientras que quienes trabajaban más de 11 horas al día tenían casi 2,5 de más probabilidad de experimentar un episodio depresivo en comparación con quienes trabajaban entre siete y ocho horas.
En Japón, esto ha llevado a una perturbadora tendencia llamada karoshi, o muerte por exceso de trabajo.
Si te estás preguntando si esto significa que deberías tomarte unas vacaciones atrasadas, la respuesta puede ser sí.
Un estudio sobre ejecutivos en Helsinki (Finlandia) encontró que durante más de 26 años, los gerentes y empresarios que tomaron menos vacaciones en la mediana edad sufrieron de muertes tempranas y una peor salud en la vejez.

Eficiencia, ¿algo nuevo?

Es fácil pensar que la eficiencia y la productividad son unas obsesiones nuevas. Pero el filósofo británico Bertrand Russell hubiese estado en desacuerdo.
"Se dirá que aunque un poco de ocio es agradable, los hombres no sabrían cómo llenar sus días si solo tuviesen cuatro horas de trabajo de las 24", escribió Russell en 1932.
Dicho esto, algunas de las personas más creativas y productivas del mundo se dieron cuenta de la importancia de hacer menos. Tenían una ética de trabajo fuerte, pero también se dedicaron al reposo y al ocio."Trabaja en una sola cosa hasta que la termines", escribió el artista y escritor Henry Miller en sus 11 mandamientos sobre la escritura. "¡Para a la hora señalada!...¡Mantente humano! Ve a lugares, ve a gente, bebe si te provoca".
Hasta el padre fundador de Estados Unidos, Benjamín Franklin, un modelo de diligencia, dedicó gran parte de su tiempo a estar inactivo. Cada día se tomaba un descanso de dos horas en el almuerzo, noches libres y una noche entera de sueño.
En lugar de trabajar sin parar en su carrera como impresor, con la que se mantenía, pasaba "grandes cantidades de tiempo" socializando y practicando pasatiempos. "De hecho, los mismos intereses que lo alejaron de su profesión inicial lo llevaron a muchas de las cosas maravillosas por las que es conocido, como haber inventado el pararrayos y la estufa Franklin", escribe Davis.Incluso en un nivel global, no hay una clara correlación entre la productividad de un país y el promedio de horas de trabajo. Con una media de 38,6 horas por semana, por ejemplo, el empleado estadounidense promedio trabaja 4,6 horas más a la semana que un noruego. Pero por el PIB, los trabajadores noruegos contribuyen el equivalente de US$78,70 por hora, en comparación con los US$69,60 que contribuyen los estadounidenses.
En el caso de Italia, ¿el hogar de il dolce far niente? Con un promedio de 35,5 horas de trabajo semanales, produce casi 40% más por hora que Turquía, donde la gente trabaja una media de 47,9 horas por semana.
Todos esos descansos para tomar un café, entonces, parecen no ser tan malos.

Entre siestas y descansos cortos

La razón por la que tenemos jornadas laborales de ocho horas se debe a que las empresas descubrieron que reducir las horas de los empleados tenía el efecto contrario al que esperaban: aumentaba su productividad.
Durante la Revolución Industrial, eran normales las jornadas de 10 a 16 horas. Ford fue la primera compañía en experimentar con un día laboral de ocho horas, y encontró que sus empleados eran más productivos no solo en cada hora, sino en general. En un margen de dos años, las ganancias se duplicaron.
Si días laborales de ocho horas son mejores que los de diez horas, ¿podrían ser incluso mejores las jornadas con menos horas? Quizá.
Para las personas mayores de 40 años, una investigación encontró que una semana laboral de 25 horas puede ser óptima para la cognición. Suecia, por su parte, experimentó recientemente con jornadas de seis horas y concluyó que los empleados tenían mejor salud y productividad.
BBC