Vamos a tomar al toro por
los cuernos: ¡Todos nosotros somos unos fracasados! Quizá nunca se lo
confesemos a nadie, podemos intentar esconderlo de nosotros mismos, pero
es inevitable evitar aquellos pensamientos que nos roban el sueño:
“Ninguna relación me ha funcionado”, “Solo hago tonterías en el
trabajo”, “Me estoy quedando atrás”, “Me avergüenzo de mi forma física” y
un gran etc.
Rápidamente podemos pasar
de un estado de optimismo sobre nosotros mismos a considerarnos unos
fracasados monumentales, y la verdad es que lo somos. Aunque babeamos
sólo con imaginar una vida de supuesto éxito – una familia perfecta, una
carrera respetable, dinero en abundancia y una apariencia increíble –
la verdad es que muchos aspectos de nuestra vida están llenos de
fracasos desastrosos.
La buena nueva es que hay varias ventajas en ser un fracasado:
1 – Los únicos que no fracasan son aquellos que no intentan
Generalmente sólo es
un fracasado aquel que ya intentó alguna cosa. Aquel que intentó
emprender una empresa, comenzar una relación, postularse para un
trabajo, el sólo hecho de intentarlo ya es algo memorable. Todo lo que
vale la pena hacer, vale la pena fallar por haber intentado. No fracasan
aquellos que nunca intentan.
2 – Quien nunca fracasa no tiene amigos
Nadie es muy amigo de
una persona que no comete fallos o que no tiene errores. Las personas
invulnerables, seguras de sí mismas y llenas de su propio éxito no dan
espacio a nadie más. Al contrario, es natural sentirnos cercanos a
alguien que confiesa sus errores. Compartir nuestros fracasos y mostrar
vulnerabilidad, es un camino abierto para las relaciones auténticas.
3 – Los fracasos enseñan la humildad
A pesar de ser
aburrido y de que apeste, el camino más seguro para quién quiere ser
humilde es ser humillado. Y para sentirse humillado nada como una buena
dosis de fracasos. Estos errores moldean nuestro orgullo y vanidad para
que pongamos los pies en la tierra. Muchas veces, las personas más
humildes son aquellas que saben perfectamente lo que significa fracasar.
4 – Crecemos más al fracasar
Las etapas de mayor crecimiento en nuestra vida no son aquellas en las que todo nos sale bien, sino aquellas en las que fracasamos y hacemos conciencia de la razón que nos llevó a dicho fracaso. Curiosamente, cuando las cosas ocurren de forma perfecta, no siempre tendemos a crecer, porque ni siquiera nos tomamos la molestia de pensar en las cosas que hacen que todo vaya bien. Al contrario, el fracaso es un “puñetazo de realidad” bastante persuasivo: el fracaso nos obliga a encarar de frente lo que hicimos y cómo es que podríamos haberlo hecho mejor. El crecimiento más eficaz puede venir cuando sufrimos una derrota homérica.
5 – Una fracasado puede arriesgas más
Las personas que dan todo por sentado acostumbran a tener muchas cosas a las que aferrarse. Y al tener muchas cosas, también tienen mucho que perder. Por el contrario, los fracasados tienen poco o nada que perder, y por eso, pueden arriesgarse más. En el trabajo, por ejemplo, la reputación del que se arriesga demasiado y vence algunas veces, probablemente será mejor que la reputación de alguien que tiene miedo a fallar y sólo toma el camino seguro. Los fracasados pueden arriesgar más, y por esa misma razón ganar más.
6 – Los fracasados tienen más humor
Una persona incluso puede tener convicciones opuestas a las nuestras, pero si tuviera sentido del humor siempre habría una forma de dar un espacio a la relación. Con sentido del humor podemos hacer cosas extraordinarias. Sucede que los fracasados se confrontan regularmente con figuras ridículas, con sorpresas desastrosas y con sucesos inesperados, y eso ya es un buen tramo recorrido del camino a tener un buen humor. Los correctos acaban por ser tremendamente aburridos, y los fracasados… cuando menos, son bastante divertidos.
7 – Nadie espera mucho de los fracasados
Los reflectores acostumbran a enfocar a las personas exitosas. Y esto termina siendo una tremenda ventaja para los fracasados – porque los saca del radar – y por eso cuentan con mucha más libertad para sorprender a otros. Nadie espera gran cosa de una persona fracasada, así como nadie quiere apostar al caballo más lento. Nadie espera que estos fracasados sorprendan a todos con una idea revolucionaria, con una relación fabulosa o con un proyecto maravilloso.
Por estas y otras razones ser una fracasado se ha convertido en una ocupación cada vez más noble. Pero para tener éxito en esta ocupación… es necesario ser un verdadero fracasado que lo ha intentado y ha fallado, y no sólo un novato que se queja antes de intentarlo.