21.8.16

Por qué tenemos la sensación de vivir siempre agotados y al borde del colapso


Con la llegada de los smarpthones y el aumento de la prodictividad, cada vez nos sentimos más agotados, sin embargo, no se trata de un problema precisamente nuevo.


cansancio¿Sueles sentirte cansado nada más poner sacar los pies de la cama? ¿Te sientes atrapado en una espiral infinita de trabajo, noticias y pitidos de móvil que se repiten hasta la extenuación? En los últimos tiempos, personajes públicos como Rihanna o Blake Lively han sido diagnosticados oficialmente con el que parece el mal de nuestro siglo:agotamiento.
Sin embargo, a pesar de la creencia popular, no es que hoy estemos más cansados que en ninguna otra época de la historia. Se trata, en realidad, de una condición que siempre ha acompañado al ser humano. Lo único que ha cambiado son las causas y los efectos de dicho cansancio.

Anna Schaffner, historiadora médica, ha escrito sobre el tema en el libroExhaustion: A History, donde investiga la forma en la que los médicos y los filósofos han entendido los límites el cuerpo humano, la mente y la energía a lo largo de la historia.
Recientemente, tal y como muestra uno de los estudios citados en el libro, médicos alemanes determinaron que cerca del 50% de un grupo de físicos padecían el conocido como síndrome de burnout. Estos físicos declaraban sentirse cansados durante cada una de las horas del día y que, el simple hecho de pensar por las mañanas en la jornada laboral, les dejaba agotados.

Por su lado, una encuesta finlandesa determinó que dicho agotamiento se percibe de forma diferente en hombres y mujeres. Por ejemplo, es más probable que a un hombre se le diagnostique con dicho síndrome antes que con depresión. Esto se debe a que muchos síntomas son comunes a la depresión y el síndrome se usa, en ocasiones, como una etiqueta libre del estigma que conllevan los problemas mentales. Así, mientras las mujeres se consideran más proclives a la depresión de forma natural, los profesionales masculinos de alto rendimiento pueden obtener así una baja larga sin que nadie les cuelge un sambenito indeseado.
No obstante, ambas condiciones son diferentes. La depresión conlleva una pérdida de la autoestima y autodesprecio. Mientras que, con el síndrome de burnout, estos factores permanecen intactos. Con la depresión toda la ira se vierte contra uno mismo y en la fatiga se dirige hacia la organización o los clientes con los que uno trabaja.

¿Pero, por qué existe la percepción de que se trata de una condición eminentemente moderna?
Una teoría afirma que podría deberse a que nuestros cerebros no están lo suficientemente evolucionados para lidiar con el ambiente de trabajo moderno. El énfasis creciente en la productividad y la necesidad emocional de probar la propia valía constantemente pone al trabajador en permanente situación de alerta. Un estado que, originalmente, evolucionó para lidiar con el peligro extremo. Lo que quiere decir que, aguantando cada día ese tipo de presión, generamos hormonas del estrés que preparan nuestro cuerpo constantemente para luchar.
Ahora, como señala Schaffer, la presión no termina al salir de la oficina. Los aparatos electrónicos siempre están ahí para reclamar nuestra atención con nueva información o incluso más trabajo. Una cultura del 24 horas al día, siete días a la semana que no está dejando a nuestra mente y cuerpo descansar y poder recargarse.
Sin embargo, como decíamos al principio, no es tampoco nada nuevo. Ya remontándonos a la antigua Roma, se hablaba de este problema con los cuatro famosos humores formulados por el médico Galeno.
Para los primeros cristianos, el agotamiento era debilidad espiritual, una falta de fe que se traducía en una lucha del alma contra la carne.

Con el nacimiento de la medicina moderna, se denominó neurastenia. Personalidades como Virginia Woolf, Oscar Wilde o Charles Darwin fueron diagnosticados con este trastorno. Se consideraba que poseían nervios débiles que derrochaban la energía como si fueran un cable mal aislado. Incluso ya entonces, en pleno siglo XIX, los médicos lo achacaron a los cambios sociales de la revolución industrial.
La realidad es que, ni siquiera a día de hoy, comprendemos realmente qué es lo que a veces nos hace sentirnos llenos de energía, y cómo ese sentimiento puede disiparse muy rápido sin ni siquiera haber realizado un ejercicio físico excesivo.
No se sabe si los síntomas se originan en el cuerpo o en la mente ni si los crea la sociedad o nuestro propio comportamiento. Aunque la propia Schaffer tampoco niega el estrés intrínseco a la época que nos ha tocado vivir.
Lo que si está claro es que existen distintas formas de afrontarlo y que lo más importante para empezar es establecer limites entre el trabajo y el tiempo de ocio.

Infobaez


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